El arquitecto pro-Brexit

John Hill
26. agosto 2016
Financiado por el Gobierno: el Centro Acuático para los Juegos Olímpicos de 2012 de Zaha Hadid Architects

Es Patrik Schumacher, el mítico socio de negocios de Zaha Hadid y único jefe de Zaha Hadid Architects (ZHA) desde que la arquitecta falleciera la primavera pasada, quien publicó recientemente un texto en uk.archinect.com en el que se refería al Brexit como una puerta hacia el reino del radicalismo de mercado. El artículo -como era de esperar- provocó un apasionado debate en las secciones de comentarios.

Gran Bretaña podría, así, liberarse del abrazo paralizante de la regulación y la nivelación exagerada de la Unión Europea, dice Schumacher. "La tendencia de la UE de gobernar, controlar y 'armonizar' cada vez más aspectos de la vida social y económica con el pretexto de proteger a sus ciudadanos y de preservar la creación de un campo de juego económico nivelado paraliza cualquier innovación empresarial y conduce al estancamiento", critica. Disintió, de esta manera, de la mayoría de sus colegas del Reino Unido que habían recibido la noticia del Brexit con consternación, como el autor ya contó.

En sus polémicas líneas, Schumacher también hace hincapié en tres aspectos no menos importantes, que afectan directamente a la profesión: la inmigración, la legislación laboral, y las normas de construcción y de planificación. Y especialmente leyendo este último apartado, uno se da cuenta de que la crítica no va dirigida tanto a la UE, como a todos los niveles del Estado en un sentido más general. Como arquitecto con sede en Londres, Schumacher tiene que hacer frente, dice, a fallas surgidas de la sobrerregulación del sector de la construcción por parte de los legisladores nacionales, los ayuntamientos y los gobiernos del distrito. Aquí no habla, pues, de un ámbito de nivelación europeo. Son los estándares determinados comunitariamente sobre los tamaños de los pisos, la densidad de edificios o la proporción de cantidad "asequible" de los nuevos edificios, que deberían ser abolidos, en su opinión, para que los inversores pudiesen perseguir los deseos y los requerimientos de una población dinámica.

Pero que la competencia entre inversores, liberada de cualquier forma de intervención del Estado, sea capaz de resolver las crisis de la vivienda londinense es algo que casi nadie ya cree, después de haber observado cómo la demanda existente de proyectos de construcción en la metrópoli británica ha sido en parte aprovechada por los inversores para fines creativos, mientras los alquileres y los precios de las viviendas de propiedad han continuado aumentando.

Sólo "competencia" no "cooperación"
El texto de Schumacher habla mucho de "competencia". La palabra "cooperación", sin embargo, no se menciona ni una sola vez -como si sólo la rivalidad empresarial, pero nunca la colaboración entre actores e instituciones, pudiera contentar las demandas de innovación de Schumacher, en las cuales el arquitecto tampoco se detiene.

Schumacher también desea una mayor competencia en el mercado de trabajo, la regulación del cual es sin duda una cuestión individual de cada Estado. En este sentido, el arquitecto muestra las sensaciones positivas que le produce el hecho de que Gran Bretaña se aleje del continente europeo también en términos de leyes laborales. En Alemania, por lo que argumenta, una empresa como la suya no podría existir, ya que tendría que considerar los indicadores sociales, luego despedir a los empleados, y no sería capaz de mantener a aquellos que son más "valiosos" para la compañía. Implícitamente esto parece significar: los competidores de Múnich, Berlín y Dusseldorf no llegan a estar a la altura de ZHA en términos de creatividad y estética, simplemente porque el estado de bienestar les pone trabas.

Como si la brecha salarial de género fuera un cuento de viejas (siguiendo con la imagen negativa del “Estado niñera”), el jefe de ZHA dice que las leyes anti-discriminación laboral que la UE aprobó son irrelevantes porque la discriminación en las sociedades desarrolladas prácticamente no existe. En su opinión, estas leyes son contrarias a los intereses de los empresarios que usan utilizan solo el rendimiento como marca de referencia. Schumacher asegura que estas leyes invitarían a un mal uso de las personas que no quisieran o no fueran capaces de llegar a estos mínimos de referencia. Llegados a este punto, el arquitecto también afirma, sin rodeos, que la discriminación emanaría en tal caso de los trabajados y no de los empleadores. 

El gran gobierno en lugar de estado delgado
Aunque el referéndum de la UE se decidió principalmente con respecto a la cuestión de los inmigrantes, Patrik Schumacher cree que la retirada de Gran Bretaña supondrá una oportunidad para crear una sociedad y una economía más abiertas y más respetuosas con la inmigración. ¿Pero cómo? Mediante el control de la inmigración según criterios puramente económicos y restringiendo las prestaciones sociales públicas para los recién llegados, porque así automáticamente sólo el capital humano empleable llegaría al país.

Schumacher explica cómo las propuestas del gobierno británico para limitar el acceso de los inmigrantes de la UE a las ayudas del gobierno han sido rechazadas por Bruselas. Al menos, dice, Cameron fue capaz de hacer cumplir una suspensión de cuatro años contra los otros estados miembros durante las negociaciones sobre un paquete de reformas. Pero la mayoría pro-Brexit se produjo porque los votantes piensan que no fue lo suficientemente restrictiva. Además, las numerosas personas con situaciones laboralmente precarias del norte de Inglaterra consideran que los trabajadores y contribuyentes del este y el sur de Europa son competidores en el mercado de trabajo y también, resultado del exitoso adoctrinamiento de las consignas derechistas y populistas del UKIP, supuestos peligros para la identidad cultural de sus comunidades que han sido desindustrializadas los últimos años. 

Después de asumir el cargo, Theresa May, la nueva Prime Minister de Gran Bretaña, dirigió sus primeras palabras sobre todo hacia este segmento de la población, a los cuales la globalización ha alterado e incluso superado sus vidas. Estas palabras ya sugerían que May no tenía intención de proseguir con una retirada del Estado para controlar los problemas actuales, sino del banco, con políticas económicas y sociales, lo que tiene una orientación intervencionista mucho más marcada que la de su predecesor, David Cameron. En esta fase complicada a la cual se enfrenta el país actualmente, ni siquiera los Tories (los conservadores), muy apreciados por Schumacher, están dispuestos a seguir felizmente la ideología anti-estatista de Maggie Thatcher. En definitiva, pues, la idea de un Reino Unido con un mercado tan radical como el que propone Schumacher va a quedar solo en el plano de los sueños del arquitecto.